¿La Ley del Karma o el Destino?
El “buen karma” y el “mal karma”, ¿qué significan realmente?
Hoy hablaremos sobre la Ley del Karma, porque existe mucha confusión al respecto.
Con frecuencia escuchamos frases como “tengo mal karma” o “tiene buen karma”, pero muchas personas no comprenden bien su verdadero significado.
No es complicado: la Ley del Karma es, simplemente, la ley de causa y efecto.
Todo efecto tiene su causa, y cada causa genera un efecto.
Según esta ley, lo que haces crea una energía que tarde o temprano vuelve a ti. Si tus acciones son positivas, esa energía regresa de forma positiva; si tus acciones son negativas, la respuesta será del mismo tipo.
El problema surge al intentar definir qué es “bueno” y qué no lo es.
Por las diferencias entre culturas, religiones, valores morales, costumbres y creencias, hay gran confusión: lo que para unos es correcto o aceptable, para otros puede ser inadecuado o negativo.
También intervienen las circunstancias.
Por ejemplo: en una playa nudista, andar desnudo es normal; pero si lo haces en plena calle, te buscas un problema.
Vemos entonces que no se trata del acto en sí —estar o no con ropa—, sino del contexto. Lo que en un país puede ser correcto, en otro no lo es. Así surgen los juicios equivocados y la falta de comunicación, cuando alguien piensa que estás haciendo algo “malo” sin que tú lo percibas así, y viceversa.
¿Cómo saber, entonces, qué es “lo bueno” y qué es “lo malo”?
Ante tanta confusión, debemos tener muy claro que, más allá de la cultura, religión, país, etnia o grupo social al que pertenezcamos, existen principios universales que nos permiten diferenciar con claridad entre una cosa y otra.
Una forma sencilla de hacerlo es la siguiente:
Bueno o positivo
Es todo aquello que, al hacerlo, no te perjudica ni daña a los demás ni al entorno.
Malo o negativo
Es todo lo que, al hacerlo o decirlo, te perjudica, daña a otros o afecta al ambiente.
Esa es una regla de oro.
Por ejemplo, los sentimientos como el odio, la venganza, el rencor, la envidia o la violencia dañan tanto a quienes los albergan como a los demás y al entorno. Por eso se consideran negativos y generan lo que llamamos un mal karma.
Quienes viven odiando, envidiando o deseando el mal ajeno, buscando venganza o actuando con egoísmo, están creando un campo energético negativo que, inevitablemente, se vuelve contra ellos mismos.
Por el contrario, los sentimientos de amor, perdón, compasión, tolerancia y respeto se consideran positivos y generan buen karma.
Perdonar una ofensa no es una actitud ingenua, sino una decisión sabia e inteligente, porque quien vive arrastrando lo que le hicieron en el pasado no puede disfrutar ni vivir plenamente su presente.
El Karma y el Destino no son sinónimos
Es importante aclararlo, porque suele confundirse.
El karma no es lo mismo que el destino.
El destino se forja a partir de nuestro karma, y no es inflexible: lo vamos escribiendo día a día con nuestras acciones.
Podemos compararlo con la herencia genética.
Nacemos con un material genético que proviene de nuestros padres: el color de los ojos, la textura de la piel, ciertas predisposiciones físicas. Incluso hay quienes nacen con limitaciones o problemas, pero los superan con esfuerzo y voluntad.
En ese sentido, el karma sería como la herencia que recibimos, y el destino, lo que hacemos con ella.
Imagina un niño que nace sin piernas, pero lucha con determinación para superar su condición. Existen pintores cuadraplégicos que crean sus obras con la boca, o personas sin brazos que escriben y conducen con los pies.
Así funciona el destino: lo vamos forjando con nuestras decisiones, construyendo una cadena de causas y efectos.
En astrología, por ejemplo, la carta natal muestra ciertas predisposiciones, pero eso no significa que todo esté escrito. Si así fuera, la educación, el esfuerzo personal y la voluntad no tendrían sentido.
Hay quienes justifican sus errores o malas decisiones diciendo “es mi destino”, “tengo mala suerte” o “es mi karma”, cuando en realidad están cosechando lo que sembraron en su momento, aunque no sean conscientes de ello.
La buena noticia es que siempre hay tiempo para rectificar.
Una reflexión final
A partir de ahora, cuando dudes sobre si lo que haces o dices te traerá buen o mal karma, pregúntate:
¿Esto que hago me perjudica, perjudica a los demás o daña el entorno?
Si la respuesta es sí, detente. Redirige tu energía, cambia el rumbo.
Recuerda siempre que lo que sembramos es, inevitablemente, lo que cosechamos.
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